
Un tercer lugar
Con cuánta ternura, inteligencia, ironía y sentido del ritmo escénico dibuja su detallista visión del amor Denise Despeyroux. En Un tercer lugar recurre a un tema propuesto en el Ensayo sobre el cansancio de Peter Handke para determinar un espacio singular, el ideal para que los posibles amantes puedan coincidir.
La autora y directora ha dado vida en escena a seis personajes con una búsqueda en común, la del amor, o algo parecido, aunque el riesgo conlleve partes de cierto dolor y soledad. Todos ellos tienen bastante de neuróticos, de idealistas y de fracasados. Y, como puede presuponerse, por varias circunstancias en las que, probablemente, podamos reconocernos.
Despeyroux ha conectado escenas que se entrelazan sutilmente poniendo de manifiesto la necesidad de querer y ser queridos. Historias de desencuentros y locura, de miedos, de búsquedas compulsivas en una estructura circular en la que los personajes bucean por un laberinto de soledades, vuelcan su pasión, su filosofía de aferrarse a la vida, atravesados por un humor algo alocado.