
Midsommar
Dijo Lovecraft que el más antiguo de los miedos es el miedo a lo desconocido. Ari Aster va más allá: ¿y si el auténtico terror fuera, al contrario, lo que más cerca está? Sobre este principio, el director de la turbia Hereditary vuelve para contarnos un cuento de miedo a plena luz del día.
Es muy complicado intentar catalogar a Midsommar de un modo que haga justicia a su riqueza y dualidad. Es mucho más sencilla de lo que aparenta y a la vez encierra una complejidad que daría para horas de análisis. Cargada con cierto aroma a broma de un refinado mal gusto que se entremezcla con una trascendencia con la que esas películas que se esfuerzan por destacar entre sus congéneres tan sólo pueden soñar.
Por eso es mejor liberarse de toda etiqueta y limitarse a ver esta peli, ya que como poco, auguramos que sea uno de los filmes de terror más relevantes que nos va a dejar esta década.